Sabemos que pedir ayuda no siempre es fácil, especialmente cuando existe el miedo a ser juzgado o incomprendido. Por eso, desde nuestra fundación trabajamos para que cada joven que se acerque a nosotros se sienta escuchado, respetado y acompañado.
El respeto es mucho más que una actitud: es la base ética desde la que nos relacionamos con cada adolescente que se acerca a nosotros. Trabajamos con jóvenes que, en muchos casos, han sido juzgados, silenciados o marginados por su entorno. Por eso, nuestro primer gesto es reconocerlos como personas con dignidad, con historia, y con derecho a ser acompañadas sin prejuicios.
Respetar significa aceptar a cada joven tal como es, sin etiquetarlo, sin imponerle ritmos ni soluciones. Creamos espacios donde pueda sentirse seguro y libre, donde sus emociones tengan lugar, y donde no sea necesario «estar bien» para ser valioso.
En la Fundación Martín-Ugalde, escuchar es un acto profundo, no solo una herramienta terapéutica. Escuchar significa abrir un espacio real donde el otro se sienta visto, reconocido y comprendido. Nuestros adolescentes, en muchos casos, llegan tras años de no ser escuchados: ni en casa, ni en la escuela, ni en su entorno. Frente a esto, nuestra respuesta no es hablar más, sino escuchar mejor.
Escuchar activamente implica estar presentes sin interrumpir, sin juzgar, sin apresurarnos a dar respuestas. Nos tomamos el tiempo necesario para que cada joven encuentre sus propias palabras, incluso cuando son confusas, duras o contradictorias. Sabemos que detrás de cada silencio o rabia hay una historia que merece ser atendida con cuidado.
Nuestro compromiso no es una promesa vacía ni un gesto puntual. Es una decisión diaria, sostenida y consciente de estar al lado de quienes más lo necesitan: adolescentes que atraviesan crisis emocionales, consumos problemáticos o situaciones de exclusión, sin acceso a una red de apoyo segura.
Nuestro compromiso se expresa en la constancia, en la presencia, en la capacidad de sostener los procesos incluso cuando son lentos, difíciles o inciertos. Acompañamos sin condiciones, sin exigir resultados inmediatos, entendiendo que cada joven tiene su tiempo, su ritmo y su forma de avanzar.
Para nosotros, acompañar significa estar. No para dirigir, ni para controlar, sino para caminar al lado del otro, con respeto, presencia y paciencia. El acompañamiento que ofrecemos no es una intervención puntual, sino una relación de continuidad, basada en la confianza y el cuidado mutuo.
Creemos en el poder del vínculo humano como espacio de transformación. Por eso, cada acompañamiento es único, adaptado a las necesidades, la historia y el ritmo de quien tenemos delante. Puede ser una conversación, una sesión de terapia, una visita, un silencio compartido o simplemente una presencia disponible.
Ofrecemos apoyo psicológico a adolescentes que atraviesan momentos difíciles y que, por diversas razones, no tienen acceso a una atención profesional. En los casos en los que se considere necesario, un psicólogo del equipo realizará una evaluación inicial para conocer la situación en profundidad y decidir, junto a la persona, los pasos a seguir. Esta intervención puede incluir sesiones individuales, apoyo en momentos de crisis o derivaciones específicas. Lo hacemos desde el cuidado, sin prisas y sin imponer nada. Creemos en una terapia cercana, segura y centrada en la persona.
Más allá de la terapia, ofrecemos una figura de acompañamiento: alguien que esté presente, que escuche sin juzgar y que se preocupe de verdad. A veces no hace falta “solucionar” nada, sino simplemente saber que hay alguien disponible, alguien a quien acudir cuando uno se siente perdido, triste o confundido. Este acompañamiento se basa en el respeto a los tiempos, los silencios y los espacios de cada uno. No empujamos ni exigimos. Solo estamos, y ese estar es una forma de cuidado profundo.
En momentos de duda ofrecemos orientación personalizada. Esto incluye conversaciones con profesionales que pueden aportar luz sobre temas como el trabajo, la educación, la salud, la sexualidad o incluso aspectos legales. La orientación no pretende dar respuestas cerradas, sino abrir caminos posibles, clarificar opciones y ofrecer acompañamiento especializado cuando la vida presenta decisiones difíciles. Nadie debería tener que enfrentarse solo a preguntas importantes.